Un actor de gran importancia en los procesos psicoterapéuticos es sin duda el terapeuta, en quien se atribuye por obviedad la habilidad de generar cambios, de brindar un apoyo empático, de conocer las técnicas adecuadas para el desarrollo óptimo de un proceso terapéutico. Es una figura que los tiempos lo han colocado en un lugar preponderante de la sociedad actual, de una disciplina que dejó de lado el estigma, siendo elemento presente del actual vivir.
Sin embargo, hay un elemento vital, y del cual no hay unanimidad en cuanto su definición, su dinámica y su responsabilidad: el resultado obtenido durante un proceso terapéutico, el cual difícilmente se puede evaluar de forma objetiva. Siendo la psicoterapia una disciplina en la cual confluyen lo empírico con lo subjetivo, donde en las últimas tres décadas se ha dado una proliferación de modelos y teorías, cada una con una con un marco teórico que valida técnicas y condiciona resultados, siendo a final de cuentas obtenido aquel que esperamos, en lo que se conoce como profecía autocumplida.
Este es sólo un factor, el cual podría encuadrarse en lo técnico, en lo académico, pero, ¿qué pasa con ese elemento participante en la diada terapéutica?, aquel que también, vive, ríe, sufre, piensa y siente, que atraviesa muchas de las mismas situaciones en las que acompaña a sus pacientes, pero que tiene la misión de servir, de guiar, de acompañar.
En esta ecuación entra la calidad de su vida, que se refleja en su forma relacionarse, en su familia, su pareja, las amistades que tiene, el tiempo y cuidado que se da, su capacidad de resolver los problemas de la vida diaria, de expresar sus pensamientos y sobre todo sus afectos, en un ejercicio de elemental congruencia.
El terapeuta en su rol de persona tiene necesidades, sueños, logros, y el resultado de la satisfacción de los mismos se ve reflejado en su trabajo, y es aquí donde debe dar el paso de convertirse en paciente, de tomar aquel papel que le permite mantener su salud mental y promover su crecimiento personal.
La preparación constante permite estar actualizado, tener un mayor inventario de herramientas para el diagnóstico y el tratamiento, sin embargo, el elemento primordial para generar el cambio, lo cual ha sido observado en numerosas investigaciones, es que independientemente del enfoque terapéutico y las habilidades del terapeuta, la calidad de la relación terapeuta – paciente , es la piedra angular del éxito de un tratamiento.
Autor: Lic. en Psic. Alan David Hernández Martínez